Explico mis palabras.
Dada mi nula capacidad poética, prefiero explicar lo antes publicado. Resulta que ayer tuve necesidad de acudir a la presidencia municipal a llevar a cabo un trámite indispensable para hacer una ampliación a la casa. Ampiación por demás pequeña, pues los recursos económicos y terrenales no dan para más.
Total que después de diez líneas en seis distintas ventanillas, logré obtener mi permiso. Por cierto, ya para entonces me habían multado por tener material en la banqueta. Uta! No tenía ni dos minutos de que dejaron el material cuando ya estaba obras públicas exigiendo que retiraramos el estorbo de la banqueta. Ojalá así fueran para tapar baches, pintar lineas o prender semáforos.
Todos estos trámite burocráticos me hacen pensar en lo jodidos que seguimos en México en cuanto a atención al cliente se refiere. Por que el mal servicio no se limita a la administración pública: ¿Alguien a tenido la necesidad de hacer un trámite en Telmex? ¿Han tenido la necesidad de pagar en ventanilla el recibo del gas? ¿Qué tal una compra en FAMSA? ¿Y una devolución en Mueblería Central?
Para ser mediocres no hace falta trabajar para el gobierno.
jueves, febrero 26, 2004
miércoles, febrero 25, 2004
Volví a caer en sus redes.
Hoy volví a caer.
Sus dientes afilados traspasaron mi carne,
el hedor de sus mandíbulas nubló mi vista,
el horror de sus lineas desgastó mis sentidos.
Hoy volví a sufrir sus tormentos,
a vivir sus desdenes,
a sollozar en sus brazos.
Maldita Administración Pública:
Cuanto os odio!
Hoy volví a caer.
Sus dientes afilados traspasaron mi carne,
el hedor de sus mandíbulas nubló mi vista,
el horror de sus lineas desgastó mis sentidos.
Hoy volví a sufrir sus tormentos,
a vivir sus desdenes,
a sollozar en sus brazos.
Maldita Administración Pública:
Cuanto os odio!
lunes, febrero 23, 2004
Ya ni pa' que hablar de mi control remoto.
Con el relajo este de los escritores encarcelados sin justificación alguna, hasta pasó a segundo plano la pérdida del control remoto de mi DVD.
Agradezco a quien tenga que hacerlo el que mi apariencia no sea tan extraña ( o extravagante) pues si bien soy feo, al menos no "parezco sospechoso". Y es que me ha tocado ver cada caso. Una vez detuvieron a un tío que andaba de visita por estas tierras por la simple razón de que tenía acento chilango. Es cierto, acento chilango si tiene, pero si el pobre viene del DF ¿que se podía esperar? Lo peor del caso es que hasta un señor dijo: "Sí, es el que me parece la otra vez (¿cuál, si tenía dos días en la ciudad?) se robó una cartera.
Afortunadamente yo andaba con mi tío (pues me acompañaba a la escuela) y pudimos dejar en claro que no había cometido ningún delito. En honor a la verdad diré que lo que nos ayudó fue una "charola" que yo traía (en aquel entonces creía que ser reportero era una cualidad casi divina) y que logró que los polis nos llevaran hasta la escuela en medio de disculpas.
En fin, el asunto es que es realmente grave y preocupante el dato de Zerk sobre la recompensa a los policías que capturen a "delincuentes".
Uf. Por lo pronto no queda más que recordar a los amigos y conocidos de inusual estampa que se cuiden al ver a los polis. Parece que la estampa tuvo algo que ver en la detención del tal Epigmenio.
Animo muchachos.
Por cierto, sólo por no dejar, si alguien sabe de un control remoto que sirva para un DVD Philco (Sí, ya sé que es marca patito, pero fue todo lo que pude comprar) le pido me avise. No sean gachos. No saben lo horrible que es ver DVD doblados al español.
Con el relajo este de los escritores encarcelados sin justificación alguna, hasta pasó a segundo plano la pérdida del control remoto de mi DVD.
Agradezco a quien tenga que hacerlo el que mi apariencia no sea tan extraña ( o extravagante) pues si bien soy feo, al menos no "parezco sospechoso". Y es que me ha tocado ver cada caso. Una vez detuvieron a un tío que andaba de visita por estas tierras por la simple razón de que tenía acento chilango. Es cierto, acento chilango si tiene, pero si el pobre viene del DF ¿que se podía esperar? Lo peor del caso es que hasta un señor dijo: "Sí, es el que me parece la otra vez (¿cuál, si tenía dos días en la ciudad?) se robó una cartera.
Afortunadamente yo andaba con mi tío (pues me acompañaba a la escuela) y pudimos dejar en claro que no había cometido ningún delito. En honor a la verdad diré que lo que nos ayudó fue una "charola" que yo traía (en aquel entonces creía que ser reportero era una cualidad casi divina) y que logró que los polis nos llevaran hasta la escuela en medio de disculpas.
En fin, el asunto es que es realmente grave y preocupante el dato de Zerk sobre la recompensa a los policías que capturen a "delincuentes".
Uf. Por lo pronto no queda más que recordar a los amigos y conocidos de inusual estampa que se cuiden al ver a los polis. Parece que la estampa tuvo algo que ver en la detención del tal Epigmenio.
Animo muchachos.
Por cierto, sólo por no dejar, si alguien sabe de un control remoto que sirva para un DVD Philco (Sí, ya sé que es marca patito, pero fue todo lo que pude comprar) le pido me avise. No sean gachos. No saben lo horrible que es ver DVD doblados al español.
Los domingos familiares.
Nunca en mi vida había vivido un domingo familiar. Me refiero a un domingo con mi esposa y mi hija.
Y es que pasé muchos domingos con mis padres y mis hermanas; fueron momentos de solaz que no cambiaría por nada. Gracias por esos bellos recuerdos a mis padres y hermanas.
Ayer fue la primera vez que tuve un verdadero domingo familiar con MI familia. He tenido domingos de pareja, y por supuesto que ya hemos pasado más de 70 domingos con la maravillosa presencia de la peque Pau. Pero un domingo lo que se dice familiar, lo tuvimos apenas ayer.
Salimos a caminar, al teatro, a cenar... Por primera vez mi niña tuvo actitudes de niña grande. Yo pensé que nunca llegarían estos días. Todo pasa.
Hasta las enfermedades han quedado de momento en el olvido.
Qué buen día pasé ayer.
Nunca en mi vida había vivido un domingo familiar. Me refiero a un domingo con mi esposa y mi hija.
Y es que pasé muchos domingos con mis padres y mis hermanas; fueron momentos de solaz que no cambiaría por nada. Gracias por esos bellos recuerdos a mis padres y hermanas.
Ayer fue la primera vez que tuve un verdadero domingo familiar con MI familia. He tenido domingos de pareja, y por supuesto que ya hemos pasado más de 70 domingos con la maravillosa presencia de la peque Pau. Pero un domingo lo que se dice familiar, lo tuvimos apenas ayer.
Salimos a caminar, al teatro, a cenar... Por primera vez mi niña tuvo actitudes de niña grande. Yo pensé que nunca llegarían estos días. Todo pasa.
Hasta las enfermedades han quedado de momento en el olvido.
Qué buen día pasé ayer.
lunes, febrero 16, 2004
Al fin sanos.
Después de un mes y medio parece que al fin estamos sanos todos en la casa. Ojalá esta felicidad dure al menos unos seis meses.
Mi mayor deseo es que todos los que lean estas lineas (y aun los que no las lean) se mantengan sanos y felices todo el año.
Aunque tarde, éste es mi deseo para el año que comienza.
P.D. Viva la salud.
Después de un mes y medio parece que al fin estamos sanos todos en la casa. Ojalá esta felicidad dure al menos unos seis meses.
Mi mayor deseo es que todos los que lean estas lineas (y aun los que no las lean) se mantengan sanos y felices todo el año.
Aunque tarde, éste es mi deseo para el año que comienza.
P.D. Viva la salud.
jueves, febrero 12, 2004
Las enfermedades.
El comienzo de este año no ha sido el mejor de mi vida. El mismísimo día dos de enero la pequeña Pau sufrió una no muy ligera gastritis. El diagnóstico del doctor fue por demás asombroso para mí. A sus recién cumplidos dieciocho meses ya está sufriendo una enfermedad que a la mayoría afecta ya entrados en años.
-No se crea –dijo el Doctor- de un tiempo a acá son muchos los niños que sufren este mal.
-Mal de muchos-, pensé. Total que compungidos y adoloridos nos fuimos la casa entre promesas de no volver a darle chicharrones de harina.
A los ocho días exactos, apenas aliviada de su infantil gastritis, la peque se enfrenta a un nuevo monstruo: un moco verde con vida propia (como el del anuncio del Aderogil) que la ataca desde todos los frentes en la casa de unos amigos cuyos hijos, dicho sea de paso, no han estado más de tres días sin tos desde que los conozco hace ya más de dos años.
Visita al pediatra. Otra lista de medicamentos que hacen temblar, otra vez, mi maltrecha economía de inicio de año. A la semana, somos mi esposa y yo los que sufren el ataque de la gripe. Otros ¿mil pesos? a las farmacias del Ahorro ¿ahorro de quién?
Pero las malas nuevas no llegan solas, y la peque Pau sigue con molestias y ahora “parece que tiene neumonía” dice el Doc. Sepa Dios qué significa esa palabra, pero juro por mi madre que al escucharla se me fue el corazón hasta el suelo. Ya me imaginaba a mi niña, mi mayor tesoro, hospitalizada: suero, oxigeno, medicamento. Afortunadamente no llegamos a tanto y sólo tuve que comprar cuatro inyecciones de trescientos pesos cada una que, lo digo con el corazón en la mano, no me dolió pagar en lo más mínimo.
Por supuesto que tantas subidas y bajadas emocionales lograron debilitarme hasta niveles insospechados y el pasado sábado 7 de febrero me atrapó un nuevo virus que, ahora sí, me tumbó en la cama. No recuerdo haber sufrido nunca tanto. Ahora bien si hubiera una escala del uno al diez en donde diez fuera el dolor más fuerte, le daría al de mi garganta un 6 o máximo un 7. No parece mucho, pero si hubiera otra escala similar pero en cuanto a incomodidad, se llevaba un redondo diez. O le inventaba un once.
Creo que nunca en mi vida me sentí tan mal como en estos últimos días: no podía hablar, no podía comer, no podía dormir. No podía ni cagar, pues hasta el más leve pugido hacía que se me desgarrara la garganta. Más aún, nunca en mi vida había faltado al trabajo por culpa de una enfermedad. Este lunes y martes lo hice.
Cuánto me dolió no hacer las cosas que me gustan. Cuánto extrañé a los compañeros. Cuánto sufrí viendo a mi esposa sufrir.
La ansiedad, la angustia y el miedo se apoderaron de mí. En un momento de la madrugada del martes me sentí con ganas de correr a un hospital a pedir ayuda. Sentí que me ahogaba.
Después de estos tres días veo radicalmente distinto a los que soportan una enfermedad. Siempre he pensado que es difícil hacerlo pero ahora, después de un simple dolor de garganta, alcanzo ya a imaginar lo terrible que es estar en cama.
Va mi apoyo moral a todos ellos. Y va también una súplica a quien tiene un enfermo: apóyalo, platícale y soporta con él su dolor. En verdad hace falta.
Por último, gracias a todos lo que me hablaron por teléfono. Gracias por preocuparse. Gracias por acordarse. Gracias por estar ahí.
Reciban un deseo sincero de salud para ustedes y su familia. Hoy creo más que nunca que al tener salud, lo demás no importa.
El comienzo de este año no ha sido el mejor de mi vida. El mismísimo día dos de enero la pequeña Pau sufrió una no muy ligera gastritis. El diagnóstico del doctor fue por demás asombroso para mí. A sus recién cumplidos dieciocho meses ya está sufriendo una enfermedad que a la mayoría afecta ya entrados en años.
-No se crea –dijo el Doctor- de un tiempo a acá son muchos los niños que sufren este mal.
-Mal de muchos-, pensé. Total que compungidos y adoloridos nos fuimos la casa entre promesas de no volver a darle chicharrones de harina.
A los ocho días exactos, apenas aliviada de su infantil gastritis, la peque se enfrenta a un nuevo monstruo: un moco verde con vida propia (como el del anuncio del Aderogil) que la ataca desde todos los frentes en la casa de unos amigos cuyos hijos, dicho sea de paso, no han estado más de tres días sin tos desde que los conozco hace ya más de dos años.
Visita al pediatra. Otra lista de medicamentos que hacen temblar, otra vez, mi maltrecha economía de inicio de año. A la semana, somos mi esposa y yo los que sufren el ataque de la gripe. Otros ¿mil pesos? a las farmacias del Ahorro ¿ahorro de quién?
Pero las malas nuevas no llegan solas, y la peque Pau sigue con molestias y ahora “parece que tiene neumonía” dice el Doc. Sepa Dios qué significa esa palabra, pero juro por mi madre que al escucharla se me fue el corazón hasta el suelo. Ya me imaginaba a mi niña, mi mayor tesoro, hospitalizada: suero, oxigeno, medicamento. Afortunadamente no llegamos a tanto y sólo tuve que comprar cuatro inyecciones de trescientos pesos cada una que, lo digo con el corazón en la mano, no me dolió pagar en lo más mínimo.
Por supuesto que tantas subidas y bajadas emocionales lograron debilitarme hasta niveles insospechados y el pasado sábado 7 de febrero me atrapó un nuevo virus que, ahora sí, me tumbó en la cama. No recuerdo haber sufrido nunca tanto. Ahora bien si hubiera una escala del uno al diez en donde diez fuera el dolor más fuerte, le daría al de mi garganta un 6 o máximo un 7. No parece mucho, pero si hubiera otra escala similar pero en cuanto a incomodidad, se llevaba un redondo diez. O le inventaba un once.
Creo que nunca en mi vida me sentí tan mal como en estos últimos días: no podía hablar, no podía comer, no podía dormir. No podía ni cagar, pues hasta el más leve pugido hacía que se me desgarrara la garganta. Más aún, nunca en mi vida había faltado al trabajo por culpa de una enfermedad. Este lunes y martes lo hice.
Cuánto me dolió no hacer las cosas que me gustan. Cuánto extrañé a los compañeros. Cuánto sufrí viendo a mi esposa sufrir.
La ansiedad, la angustia y el miedo se apoderaron de mí. En un momento de la madrugada del martes me sentí con ganas de correr a un hospital a pedir ayuda. Sentí que me ahogaba.
Después de estos tres días veo radicalmente distinto a los que soportan una enfermedad. Siempre he pensado que es difícil hacerlo pero ahora, después de un simple dolor de garganta, alcanzo ya a imaginar lo terrible que es estar en cama.
Va mi apoyo moral a todos ellos. Y va también una súplica a quien tiene un enfermo: apóyalo, platícale y soporta con él su dolor. En verdad hace falta.
Por último, gracias a todos lo que me hablaron por teléfono. Gracias por preocuparse. Gracias por acordarse. Gracias por estar ahí.
Reciban un deseo sincero de salud para ustedes y su familia. Hoy creo más que nunca que al tener salud, lo demás no importa.
miércoles, febrero 04, 2004
Hola Abuela. Bienvenida.
Hoy llega mi abuela a la Ciudad. Llega con su tradicional cúmulo de relatos, noticias y COMIDA. No sé cómo le hace pero es buenísima para hacer de comer.
Ahora que lo pienso -aparte de sus habilidades culinarias-, reconozco su infatigable vida. A sus 73 (¿o 74?) años sigue tan activa como la recuerdo de siempre. No solo viaja sola, sino que hasta carga, casi ella sola, sus tradicionales siete maletas. Es todo un remolino.
Admiro su coraje, su gusto por la vida, su memoria, su lenguaje colorido, sus destellos de odio, sus remansos de amor.
Cuánto quisiera que mi vida fuera como la de ella: independiente, activa, altanera, dulce... Feliz.
Nuevamente bienvenida. Gracias por tu presencia que se vuelve, al final, oxigeno para todos.
Hoy llega mi abuela a la Ciudad. Llega con su tradicional cúmulo de relatos, noticias y COMIDA. No sé cómo le hace pero es buenísima para hacer de comer.
Ahora que lo pienso -aparte de sus habilidades culinarias-, reconozco su infatigable vida. A sus 73 (¿o 74?) años sigue tan activa como la recuerdo de siempre. No solo viaja sola, sino que hasta carga, casi ella sola, sus tradicionales siete maletas. Es todo un remolino.
Admiro su coraje, su gusto por la vida, su memoria, su lenguaje colorido, sus destellos de odio, sus remansos de amor.
Cuánto quisiera que mi vida fuera como la de ella: independiente, activa, altanera, dulce... Feliz.
Nuevamente bienvenida. Gracias por tu presencia que se vuelve, al final, oxigeno para todos.
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