jueves, agosto 13, 2009

El teléfono, tirano insensible
Alguna vez leí que un hombre se hizo millonario gracias a que trabajaba como telefonista en un hotel. Gracias a su empleo, podía escuchar las pláticas de los huéspedes y con esa información, tenía ventaja sobre los demás para hacer negocios.
Quizá sea una leyenda urbana, pero al escucharla me sentí atraído a ver con más detalle los cambios que ese aparato ahora indispensable nos ha obligado a hacer en las relaciones humanas. Lo primero que ha llamado mi atención es el valor intrínseco que le damos al teléfono. No hay plática, por muy importante o necesaria que sea, que resista al timbre de un teléfono. “¿Cómo voy a dejar que suene sin contestar? ¿Qué tal si es algo importante?”. Eso es una tiranía absoluta. Dado que no sabes quién está al otro lado de la línea, te ves obligado a responder.
Ni qué decir de cuando el teléfono suena a altas horas de la noche, o en la madrugada. El timbre se convierte en ave de mal agüero. Una vez que un teléfono suena a deshoras, es imposible conciliar el sueño.
La llegada del celular vino a complicar todavía más las cosas. Antes el teléfono se quedaba en la casa o en la oficina. Salías a caminar con la seguridad de que podías dedicar a tu interlocutor un tiempo único. Ahora he visto parejas en las que uno de los dos tiene el teléfono al oído y el otro, está con ganas de tirarle una piedra y largarse del lugar.
Lo anterior tiene que ver también con el respeto a tu interlocutor. Para demostrarle que le valoras y que lo respetas, al menos podrías poner el celular en modo silencioso. O en las oficinas, donde el ego de algunos está en directa proporción a las veces en que el teléfono le exige su atención y esa persona, jactándose, deja a los otros con la palabra en la boca.
Todo lo anterior, aunque molesto, es parte de la vida cotidiana y es imposible cambiarlo. Y casi me acostumbro a ello. Pero lo que todavía no entiendo, y me parece aberrante, es la nueva práctica de extorsionar a través del teléfono. Valiéndose del anonimato, muchos están haciendo de la extorsión su modo de vida.
Hace poco una señora de edad avanzada recibió una llamada de esas. Poco faltó para que su salud se viera seriamente dañada. Aunque todo resultó ser falso, el trago amargo no se lo quita nadie. Ella y su familia han sufrido durante días el dolor lacerante de pensar que pudo ser cierto el secuestro. La tranquilidad de la casa se ha visto afectada. Ya nadie duerme igual. El teléfono no lo contestan si es un número desconocido, o peor, si aparece como privado. El identificador de llamadas no sirve de mucho.
El tirano que antes sólo interrumpía pláticas hoy ha roto la tranquilidad de muchas familias. Todos dejamos que el teléfono se metiera en nuestras vidas. Ya no hay forma de echarlo fuera.

miércoles, marzo 25, 2009

Principios para la convivencia materna
El 18 de enero me asomé al abismo que corre al otro lado de la vida. Ese día falleció mi mamá. Luego de veinte días de tortura su espíritu se fue a descansar. Todo el sufrimiento que compartimos fue valioso porque me permitió conocer a la mujer fuerte y valerosa que siempre fue, aun en los momentos más amargos. Lloré lo que pude llorar, sufrí todo lo que pude sufrir, y a petición de ella, he regresado a los caminos de la vida. Mi madre, la luchadora.
Para ser feliz en la vida es de mucha ayuda tener una gran mamá. Lo puedo atestiguar. Gracias a que tuve una madre excepcional es que puedo hablar de estos principios simples, ella me los enseñó:
1. Pase lo que pase, una mamá siempre tiene dinero en el monedero. Este pincipio aplica para lo sumamente urgente, como cosas para la escuela o comida. Así que no abuses, no pidas lo que no necesitas.
2. Una mamá siempre sabe cuando le mientes. A veces no te lo dice, pero lo intuye y eso la puede hacer sufrir. Sé lo más honesto posible.
3. Pídele ayuda. Sus consejos están marcados por el amor, eso no puede ser malo.
4. No la atosigues con tus problemas, ella tiene los propios. Pide ayuda pero no abuses.
5. Aunque una mamá siempre está para ayudar, no permitas que haga todo por ti. Si puedes hacerlo, hazlo.
6. Demuéstrale que has madurado. Que vea que puedes hacerte cargo de tu propia vida y tomar tus decisiones.
7. Si decides casarte, corta el cordón umbilical tan pronto como sea posible. Tu madre siempre será tu madre, ella lo sabe, pero quiere y debe verte responsable con tu pareja.
8. Si ya no estás en casa llámala por teléfono, escríbele una carta, mándale flores. No esperes al diez de mayo.
9. Cuando la visites, llega de buen humor. Sean felices juntos. Olviden los problemas. Disfruten los minutos de compañía.
10. Quiérela como es. Tú fuiste quien entró en su vida, no ella en la tuya.
Nuestra madre nos ha dado todo. Nos ofreció su cuerpo para nacer. Nos ayudó a sobrevivir al amamantarnos. Nos hemos metido en su vida y hemos sacado todo lo que hemos podido. Ella no se ha guardado nada.
Ahora que se acerca el día de las madres recuerdo que casi no lo celebrábamos. Ella odiaba los restaurantes repletos, los regalos forzados, las flores obligadas. Prefirió una flor en los días inesperados, o en su cumpleaños. –Regálame flores en vida, no cuando esté muerta, decía copiando la frase de mi abuela.
No voy a decir que fui un gran hijo, o un hijo modelo, pero sí puedo decir que hice todo lo que pude para que ella supiera que siempre estuvo en mi pensamiento, que siempre podía contar conmigo, tanto como yo con ella.
Ahora me arrepiento de no haberla abrazado más, besado más, llamado más. Ya ningún lamento cuenta, porque ella no está conmigo. Aunque sus enseñanzas se quedarán en mí, su ausencia física me duele.
Una vez me mandó una tarjeta en donde me decía lo orgullosa que se sentía de mí, no por mis logros, sino por mi esfuerzo por salir adelante. Para ella el camino era más importante que el destino, por eso disfrutaba cada día.
Tú que aún tienes a tu mamá contigo no pierdas el tiempo. Corre a llamarla, a abrazarla, a amarla. Corre.

martes, agosto 30, 2005

Nuestra pinche idiosincracia mexicana.
Diariamente me enfrento a las actitudes características del mexicano: el que busca un conocido o una "palanca" en las oficinas de gobierno par agilizar un trámite; el que dialoga con el agente de vialidad para lograr "arreglarse" sin pagar una multa; el que se pasa los altos aunque con precaución. De entre todas estas escenas una que me molesta sobremanera es la que veo diariamente camino al trabajo:
Resulta que en una de las pricipales avenidas de la ciudad están construyendo un puente. Las obras obligan a disminuir la vialidad de tres a un carril, obvio es el caos que se genera en el lugar, sobre todo en las horas pico. Del hecho lo más lamentable es la gran cantidad de conductores que deciden no respetar la linea y tratan de ahorrarse la mayor cantidad posible de tiempo. Temerariamente se lanzan al principio de la fila y se meten cual judiciales valemadristas.
Ni siquiera me interes saber los motivos, lo que me queda claro es que esa actitud sólo demustra las ganas de pasarse a los demás por el arco del triunfo. Es resultado de sentirse superior a los otros. Es una muestra de que en México cada quien busca su beneficio sin importarle a quien pisa.
Me molesta por que yo sí me levanto temprano. Me molesta porque yo sí respeto el lugar de los demás.
En ocasiones hay agentes de vialidad en el area. !Qué rápido se avanza cuando todos se forman! Pero cuando llegan los abusones aquello se vuelve un concierto de arrancones, pitidos y mentadas de madre.
Pinches abusones hasta a mí, generalmente tranquilo, me hacen despotricar.

lunes, junio 06, 2005

Los nuevos pasquineros.
Una nueva lacra se ha dejado sentir en el ya de por si vapuleado medio periodístico de la localidad: las páginas electrónicas supuestamente periodísticas.
El ejercicio en sí no es malo, lo realmente lamentable es la repetición de las viejas prácticas que convierten al periodismo en el segundo oficio más viejo del mundo: la adulación (y adulan porque de plano prostituirse no pueden).
Recuerdo con asco la aparición, por generación espontanea, de pasquines politiqueros en fechas previas a las elecciones: seudoperiodistas dispuestos a decir lo que fuera con tal de pellizcar un poco del presupuesto electoral: Prostitución en su máxima expresión. Muy poco había de bueno en tales prácticas, pero al menos se trataba de un proceso en el que exisitía la obligación de escribir, diseñar, imprimir y distribuir. Hoy ya ni eso quieren hacer. Hoy basta con tener acceso a una cuenta de internet, un mínimo de esfuerzo y una gran capacidad de refritaje. Y si las cosas están mal escritas o si la información es erronea no pasa nada: todo el poder está en un click. Click y cambias, click y borras.
He dado un repaso ligero por las páginas virtuales de al menos cinco portales de la ciudad: ninguno tiene archivo histórico, ni linea editorial, es más, en muchos casos ni siquiera sabes quién es el responsable del sitio. Eso sí, en todos encuentras un link de los gobiernos municipal y estatal. Eso en los viejos tiempos se llamaba chayo.
Ni qué decir de la poca difusión de estos sitios entre la comunidad. A ninguno de los directivos de dichos portales le importa que los lean (lo que a final de cuentas debería ser su principal preocupación), lo único importante es que sirvan para allegarse dinero. Por cierto, dinero de los contribuyentes, y es que la efectividad de dichos portales es facil de reconocer, basta notar que menos, menos del 5% de los anunciantes son de la iniciativa privada: como que ellos sí saben cuidar su dinero.
Pero lo anterior no es todo lo lamentable, parece que nadie en el gobierno (y mucho menos los ciudadanos) se dan cuenta de estas cosas.

jueves, mayo 19, 2005

Va mi aportación para las cuestiones de género.
Quizá soy un misógino empedernido o tal vez soy todo lo contrario. El caso es que me molesta sobremanera la forma en que algunos tratan de “encuadrar” a la mujer dentro de nuestro machista léxico. No sé mucho de idiomas, pero al menos en inglés sé que no existe esa rivalidad de género, llevada al extremo, entre las palabras. La verdadera discusión respecto a las diferencias e igualdades de género debe enfocarse en temas más relevantes y trascendentes, no en el uso correcto, propio o impropio de las palabras.
¿Alguien realmente cree que al decir “buenos días a todas y todos” se está eliminando el desprecio que probablemente siente por las mujeres? Yo no creo, yo no creo.
Ese discurso incluyente pero superficial se parece al discurso político que cree que por pagar espectaculares, anuncios en el periódico y spots de radio y televisión (es decir, por pregonar lo poco que se hace) se hace verdad una mentira.
Mi propuesta es que acabemos con esas diferencias de género palabreras y que asumamos un nuevo discurso: el de las palabras sin sexo:
El lugar de decir todos y todas, digamos todes.
En lugar de niños y niñas digamos niñes.
En lugar de decir los o las digamos les.
Ejemplos:
“Dile a les niñes que vengan a comer”
“Elles son responsables de sus actos.”
“Cállense todes y respeten a sus maestres”
Imaginen lo maravilloso de este recurso: Si un día llegas a una reunión, convención o evento gay (cada quien sabrá a qué lugares va y por qué razones) no tendrás el problema de decidir si los que te escuchan son hombres convertidos en mujeres o al revés, simplemente dices “Cómo están todes” y asunto arreglado.
El problema está en palabras como trabajadores o diseñadores. Tal vez en esos casos le pidamos ayuda a la u.

sábado, abril 16, 2005

La muerte cuando se acerca.
Ayer me enteré de la muerte de Ramiro Bastidos. Un compa que supo hacerse odiar por muchos. Yo incluido. Sin embargo la muerte remueve los recuerdos y escarba donde uno cree que no hay nada enterrado. Ayer pensé en Ramiro. Recordé su gesto adusto, su mirada de sabio viendonos por arriba del hombro. No pude evitar una sonrisa. A fin de cuentas ya no está con nosotros.
Murió ayer 15 de abril en Chihuahua, a las nueve de la mañana, mientras iba en camino a montar un stand para una expo. Sí me pudo, me entristeció.
Me gustaría decir muchas cosas buenas de él, pero no las recuerdo. Lo que sí tengo claro en la mente es que se cumplió su profesía:
-Cuando me vaya -decía en referencia a que si lo corrían- voy a dejar todo el equipo desconectado. A ver cómo le hacen.
Méndigo Ramiro, lo cumplió.

domingo, marzo 20, 2005

Miguel Mateos
Ayer fuimos al concierto de este ruckerísimo de antaño. Las cosas que vimos llenarían por sí solas unas diez páginas. Por cuestiones de tiempo no podré de momento comentar todo lo que vi, pero al menos diré que no fue tanto el concierto sino el espectáculo que dió la gente lo que valió la desvelada.
Cuarentonas vestidas de adolescentes, cuarentones de pantalones de cuero, borrachos, minifaladas (que más hubiera valido fueran pantalones, o al menos faldas largas pues lo que enseñaban era más denigrante y lastimoso que sexi), peinados ochenteros... Un concierto de nostalgia sin canciones nostálgicas.
¿Lo más grave? Cada vez mer queda más claro lo ruco que estoy...

martes, marzo 15, 2005

Hoy me sentí tan lastimado...
Las muertas en Juárez han sido un tema cotidiano de mis conversaciones, sobre todo cuando por cuestiones de trabajo tengo que salir de la ciudad. A cualquier parte que llego me preguntan por el tema, el mismo tema. Entonces sucede que quisiera ocultar las cosas, digo que las cosas no son tan graves, que es más lo que los medios dicen. Una mentira dicha tantas veces hasta parece verdad. Yo quería que fuera verdad.
No puedo negar que aunque me interesaba al saber de una nueva víctima, siempre terminaba sin prestar importancia al hecho. Como casi todos en Juárez, me hice inmune al dolor.
Ayer mientras veía la televisión vi el rostro de una madre preocupada, sollozando pedía que su hija regresara a la casa. Ya eran tres días sin saber nada de ella. Me imaginé el dolor de esa madre, la desesperación, la ansiedad, la incertidumbre, la impotencia. Su imagen se me quedó grabada. A los cinco minutos escuché que encontraron el cuerpo de una mujer joven. El rostro de esa madre volvió a mi mente. Quise que no fuera su hija.
En la noche busqué más información. El ver la foto de la muchachita desaparecida repetida en el portal de internet, en donde se hablaba de la posibilidad de que fuera la misma me impresionó profundamente.
Hoy, al confirmarse la noticia siento un dolor que me desagarra. Estoy llorando. No lo puedo evitar. Los gritos de esa madre que sabe que su hija está muerta taladran mis oídos. No la conocí, pero siento como si fuera muy cercana a mí. Esto pudo pasarle a una amiga,
a una hermana... A mi hija.
Cuánto dolor siento, que lastimado estoy. Nada puedo hacer y eso me frustra. Que Dios ayude a esta mujer a superar su dolor, y a nosotros, a ser más valientes y a exigir justicia.
Ojalá ya acabe esto.

lunes, marzo 14, 2005

Vivir en el D.F. 4

Las librerías de viejo.
Estas son de las pocas cosas que envidio de los defeños. (Aparte de la comida, apesar de lo que diga la Flaca). Y es que en las librerías de viejo encuentras de todo. Eso sí, se requiere de mucha paciencia y de una buena dotación de suerte.
En fin, espero ver algún día en mi querida frontera alguna librería por el estilo. Ni me pregunten por la Acapulco, no merece ni un sólo renglón más.
Posted by Hello

domingo, marzo 13, 2005

Vivir en el D.F. 3
El tráfico
No exagero al decir que para recorrer 10 kilómetros en la ciudad de México necesitas alrededor de 60 minutos. Tampoco exagero si digo que, no importa de dónde vengas, nunca has visto tantos carros juntos.
No contentos con ser tantos, presumen su agresividad al volante como souvenir de la ciudad. Pasan rozándote los pantalones, sonando las bocinas, empujándote a las banquetas, mentando madres, salteando semáforos, sobornando policías, espantando gente, matando perros, odiando a todos.
No es posible pasar más de dos días en el D.F. sin tener que enfrentarse a un embotellamiento, o al menos, a un cuello de botella. Por más pisos que hagan no caben. No caben.
En promedio los capitalinos invierten tres horas diarias en ir y volver del trabajo. Casi la mitad de la jornada laboral. Llegan a sus trabajos ya cansados, agobiados, mareados, estresados, jodidos.
Perra vida ¿a qué hora ven a su familia?

jueves, marzo 10, 2005

Vivir en el D. F. 2
La comida
Con cuánto gusto recorro las calles sazonadas del D.F. En cada esquina se encuentran los más variados platillos: tacos, tortas, huaraches, filetes de pescado, tlacoyos, flautas, sopes, quesadillas, tamales, atole. A todos ellos prefiero los tacos.
Hay de pollo, bistec, pastor, suadero, longaniza, cabeza, lengua, ojos, cachete, maciza, tripitas, campechano…
Tortas hay de jamón, pierna, milanesa, tamal…
Todos con los distintos tipos de comida tienen un ingrediente único e insustituible: Chile. Ya sea como salsa, rebanado, toreado o verde, es indispensable en la dieta del defeño.
Como fiel admirador de mis ancestros, y sin poder negarme a mis impulsos primarios me atasque de todo lo que encontré a mi paso.
Uno de los platillos que más gratos recuerdos me trajo fue el filete de pescado empanizado: tres tiras de filete capeadas (lampreadas) cocidas en harto aceite, puestas a escurrir en una rejita y sazonadas con limón y salsa valentina. Ese trozo de pescado, masa y aceite me hizo recordar mi niñez. Los días que pasé recorriendo calles y callejones, pasillos de mercados y pláticas con mi madre.
Con qué gusto recordé los viejos sabores. Con cuánta alegría comí hasta el último pedazo.
Vivir en el D. F. 1
Los cuatro días que pasé en el Distrito Federal la semana pasada me hacen pensar que el título de este escrito está mal: quizá debería ser Sobrevivir en el D. F. Todo lo que pueda decir no se va a comparar nunca con un sólo minuto en esa Jungla de Asfalto.
El metro.
Maravilloso invento, no puedo dejar de admirarlo. Cada vez que recorro uno de sus pasillos, que paso por debajo de sus desniveles, que imagino el esfuerzo para construir sus intrincados y misteriosos laberintos subterráneos me siento empequeñecido ante tan portentosa obra.
Con cuánta emoción lo he defendido. Con cuánto gusto he hablado de sus maravillas. Pero cual cuervo, se ha burlado de mí. Se ha mofado de mi ingenuidad.
Decidí recorrerlo a la “hora pico”, deseoso de sentir en carne propia todo lo que se dice al respecto. La primera dificultad fue tan siquiera acercarme al vagón. Me lo impedía un tumulto desmañanado. Después de ver cuatro trenes desfilar ante mí, quiso la suerte que quedara ubicado justo al costado de una de las puertas. Sin saber yo cómo, la gente que venía detrás de mí me impulso al interior. Bueno, ya estaba adentro.
Las leyes de la física que siempre creí verdaderas se rompieron en el vagón del metro: ¿Quién dice que un espacio para cincuenta personas sólo caben cincuenta? ¡Pero si en el metro caben en ese espacio más de cien! Cuando ese río humano me empujó al interior del metro lo hizo de tal forma que quedé exactamente al centro, sin posibilidad de asirme de ningún pasamanos. Traté de anclarme al techo pero me quedaba muy alto. El tren inició su marcha y yo con el brazo en alto cual arcángel Gabriel. No podía bajarlo. No cabía mi brazo en ningún lado. Pronto descubrí que no era necesario tratar de sujetarme: los cuerpos a mi alrededor impedía ya no sólo que me cayera, ¡ni siquiera que me moviera!
Después de dos estaciones y de mi brazo ya sin circulación, llegamos a una estación en la que bajó una gran cantidad de gente. Al fin bajé mi brazo y me pude acercar, no sin esfuerzo, a uno de los pasamanos. Empezaba a respirar con tranquilidad y con toda la capacidad de mis pulmones cuando nos acercamos a otra estación y oigo junto a mí:
- ¡Ahí viene la manada! – Y sí lo era.
Antes de que pudiera ni pensar, ya me habían apretujado contra los demás. El mismo que nos previno de la manada gritó -¡Me están sacando los frijoles!- Las risas fueron como aire fresco. Hasta en los peores momentos el mexicano se sabe reír.
En ese momento descubrí que podía romper otra ley, la de la gravedad. Sin preocuparme demasiado solté mi portafolio. No se movió un ápice. Traté de levantar las piernas y quedar suspendido yo también, apoyándome tan sólo en la gente. No lo hice, no creo que nadie pueda con mi panza.

jueves, febrero 24, 2005

Carta al pediatra de la Peque Pau
Me encontré este archivo que nunca mandé. Con cuánto dolor recuerdo esa enfermedad de principios de 2004. Va como agradecimiento y para limpiar mis culpas por no enviarla a tiempo.
========================
Dr. Flores:
Para un padre, como usted seguramente ya sabe, ninguna enfermedad es leve cuando la padece un hijo. Hace unos días tuve la mala fortuna de ver a mi hija con una enfermedad que parecía no terminar.
Le visitamos y recibimos de usted un trato no sólo profesional sino también humano. Desafortunadamente tuvimos que visitarle nuevamente pues mi niña no mejoraba. Recuerdo con gratitud su rostro de preocupación al vernos; recuerdo también que nos preguntó ¿no se ha aliviado?; me sentí tan bien al saber que no sólo éramos una pareja con un hijo enfermo, sino que para usted éramos los padres de su paciente. Recuerdo con mucho sufrimiento escucharle decir “parece que esta niña tiene neumonía”. En ese momento mi mundo se desmoronó.
No sabía que hacer, ni siquiera tengo una idea de lo que es la neumonía. Sólo atinaba a pensar “Dios mío, Dios mío, no lo permitas. No dejes que mi niña tenga que ser hospitalizada”.
Afortunadamente no llegó a tanto la enfermedad. Le recetó entonces un tratamiento más fuerte y nos despidió con una palmada en la espalda y un apretón de manos que logró tranquilizar mi espíritu.
De entre esos días aciagos, rescato algunas imágenes que le quiero compartir:
Su mirada de franca preocupación.
Su mano sobre la frente de mi niña tratando de tranquilizarla.
Su apoyo económico al no cobrarme esa consulta. En esos momentos fue un soporte invaluable.
Las nebulizaciones sin costo no sólo para mi hija, sino para muchos otros pacientes. Seguro estoy que los padres de esos niños también le agradecen. Se les veía en los ojos.
Pero ante todo, me impresionó darme cuenta que para usted todos sus pacientes son importantes. Quizá esta forma de actuar sea valiosa en todos los doctores, pero en los pediatras -que tratan con los seres que más amamos-, se vuelve un rasgo imprescindible e invaluable.
Una vez más muchas gracias. Para un padre es muy importante contar con un buen pediatra; pero es más importante saber que aparte de la capacidad académica, se cuenta con un ser humano completo.
Un abrazo.

martes, febrero 22, 2005

Bravo por las mujeres!!!

Hace mucho que no me sentía tan satisfecho de leer una noticia: Hace unos días la famosa compañía Avon regresó a sus representantes el derecho a la seguridad social.
Que el IMSS sea bueno o malo no viene al caso, lo que quiero resaltar es el golazo que han anotado nuestras sufridas mujeres mexicanas. En enero se había tomado la decisión unilateral, algunos dicen que del IMSS otros que de la empresa, de quitarles el servicio médico.
Ellas, sin perder un minuto, se armaron en contra de tan detestable decisión y al fin lograron revocarla. Prueba palpable de lo que logra un grupo si se propone llegar a un fin.
Siempre he pensado que dicha compañía las explota, las ningunea, las sobaja, las humilla y ellas, con su muy mexicanísimo sentido de responsabilidad, entrega y sometimiento, han soportado de todo. Casi de todo.
Bien por ellas, bien por su lucha. Se lo merecen. Han engrandecido a una compañía que ciertamente sólo obtiene beneficios, casi ninguna obligación. Es hora de demostrar que podemos unirnos y obtener buenos resultados. VIVAN LAS MUJERES MEXICANAS.

miércoles, febrero 02, 2005

Se cumplió la profesía...
El pasado domingo le llevaron de regalo una perrita a la peque Pau. Debo reconocer que odio los perros, pero ver la mirada brillante de mi niña me hizo tragarme mis prejuicios y recibir de la mejor manera posible a la nueva inquilina.
El primer drama vino a la hora de dejar a la perra sola para ir a comparle la casa y la comida. Mi peque se desgañitaba pidiéndome entre sollozos que no la dejaramos sola. Al fin la pude separar de la perra y me la lleve a rastras. Pero este episodio digno de las mejores épocas de Marga López no fueron nada comparado con el que tuve que aguantar en la noche cuando le dije a mi niña que era hora de dormir. Ella no quería dejar a la perra afuera.
-Está haciendo mucho frío. Pobrecita, que se durma conmigo!!!! gritaba mi niña entre hipos.
- Para eso le compramos su casa y le pusimos esas cobijas. No va a tener frío- le decía yo tratando de convencerla.
-Si no hace frío en su casita me quedo con ella.
No! gritamos a coro mi esposa y yo.
Y otra vez, media hora de llanto y lamentación.
Por las actuaciones de mi niña, estoy pensando en pedir casting en Telón de Arena...