jueves, agosto 13, 2009

El teléfono, tirano insensible
Alguna vez leí que un hombre se hizo millonario gracias a que trabajaba como telefonista en un hotel. Gracias a su empleo, podía escuchar las pláticas de los huéspedes y con esa información, tenía ventaja sobre los demás para hacer negocios.
Quizá sea una leyenda urbana, pero al escucharla me sentí atraído a ver con más detalle los cambios que ese aparato ahora indispensable nos ha obligado a hacer en las relaciones humanas. Lo primero que ha llamado mi atención es el valor intrínseco que le damos al teléfono. No hay plática, por muy importante o necesaria que sea, que resista al timbre de un teléfono. “¿Cómo voy a dejar que suene sin contestar? ¿Qué tal si es algo importante?”. Eso es una tiranía absoluta. Dado que no sabes quién está al otro lado de la línea, te ves obligado a responder.
Ni qué decir de cuando el teléfono suena a altas horas de la noche, o en la madrugada. El timbre se convierte en ave de mal agüero. Una vez que un teléfono suena a deshoras, es imposible conciliar el sueño.
La llegada del celular vino a complicar todavía más las cosas. Antes el teléfono se quedaba en la casa o en la oficina. Salías a caminar con la seguridad de que podías dedicar a tu interlocutor un tiempo único. Ahora he visto parejas en las que uno de los dos tiene el teléfono al oído y el otro, está con ganas de tirarle una piedra y largarse del lugar.
Lo anterior tiene que ver también con el respeto a tu interlocutor. Para demostrarle que le valoras y que lo respetas, al menos podrías poner el celular en modo silencioso. O en las oficinas, donde el ego de algunos está en directa proporción a las veces en que el teléfono le exige su atención y esa persona, jactándose, deja a los otros con la palabra en la boca.
Todo lo anterior, aunque molesto, es parte de la vida cotidiana y es imposible cambiarlo. Y casi me acostumbro a ello. Pero lo que todavía no entiendo, y me parece aberrante, es la nueva práctica de extorsionar a través del teléfono. Valiéndose del anonimato, muchos están haciendo de la extorsión su modo de vida.
Hace poco una señora de edad avanzada recibió una llamada de esas. Poco faltó para que su salud se viera seriamente dañada. Aunque todo resultó ser falso, el trago amargo no se lo quita nadie. Ella y su familia han sufrido durante días el dolor lacerante de pensar que pudo ser cierto el secuestro. La tranquilidad de la casa se ha visto afectada. Ya nadie duerme igual. El teléfono no lo contestan si es un número desconocido, o peor, si aparece como privado. El identificador de llamadas no sirve de mucho.
El tirano que antes sólo interrumpía pláticas hoy ha roto la tranquilidad de muchas familias. Todos dejamos que el teléfono se metiera en nuestras vidas. Ya no hay forma de echarlo fuera.

miércoles, marzo 25, 2009

Principios para la convivencia materna
El 18 de enero me asomé al abismo que corre al otro lado de la vida. Ese día falleció mi mamá. Luego de veinte días de tortura su espíritu se fue a descansar. Todo el sufrimiento que compartimos fue valioso porque me permitió conocer a la mujer fuerte y valerosa que siempre fue, aun en los momentos más amargos. Lloré lo que pude llorar, sufrí todo lo que pude sufrir, y a petición de ella, he regresado a los caminos de la vida. Mi madre, la luchadora.
Para ser feliz en la vida es de mucha ayuda tener una gran mamá. Lo puedo atestiguar. Gracias a que tuve una madre excepcional es que puedo hablar de estos principios simples, ella me los enseñó:
1. Pase lo que pase, una mamá siempre tiene dinero en el monedero. Este pincipio aplica para lo sumamente urgente, como cosas para la escuela o comida. Así que no abuses, no pidas lo que no necesitas.
2. Una mamá siempre sabe cuando le mientes. A veces no te lo dice, pero lo intuye y eso la puede hacer sufrir. Sé lo más honesto posible.
3. Pídele ayuda. Sus consejos están marcados por el amor, eso no puede ser malo.
4. No la atosigues con tus problemas, ella tiene los propios. Pide ayuda pero no abuses.
5. Aunque una mamá siempre está para ayudar, no permitas que haga todo por ti. Si puedes hacerlo, hazlo.
6. Demuéstrale que has madurado. Que vea que puedes hacerte cargo de tu propia vida y tomar tus decisiones.
7. Si decides casarte, corta el cordón umbilical tan pronto como sea posible. Tu madre siempre será tu madre, ella lo sabe, pero quiere y debe verte responsable con tu pareja.
8. Si ya no estás en casa llámala por teléfono, escríbele una carta, mándale flores. No esperes al diez de mayo.
9. Cuando la visites, llega de buen humor. Sean felices juntos. Olviden los problemas. Disfruten los minutos de compañía.
10. Quiérela como es. Tú fuiste quien entró en su vida, no ella en la tuya.
Nuestra madre nos ha dado todo. Nos ofreció su cuerpo para nacer. Nos ayudó a sobrevivir al amamantarnos. Nos hemos metido en su vida y hemos sacado todo lo que hemos podido. Ella no se ha guardado nada.
Ahora que se acerca el día de las madres recuerdo que casi no lo celebrábamos. Ella odiaba los restaurantes repletos, los regalos forzados, las flores obligadas. Prefirió una flor en los días inesperados, o en su cumpleaños. –Regálame flores en vida, no cuando esté muerta, decía copiando la frase de mi abuela.
No voy a decir que fui un gran hijo, o un hijo modelo, pero sí puedo decir que hice todo lo que pude para que ella supiera que siempre estuvo en mi pensamiento, que siempre podía contar conmigo, tanto como yo con ella.
Ahora me arrepiento de no haberla abrazado más, besado más, llamado más. Ya ningún lamento cuenta, porque ella no está conmigo. Aunque sus enseñanzas se quedarán en mí, su ausencia física me duele.
Una vez me mandó una tarjeta en donde me decía lo orgullosa que se sentía de mí, no por mis logros, sino por mi esfuerzo por salir adelante. Para ella el camino era más importante que el destino, por eso disfrutaba cada día.
Tú que aún tienes a tu mamá contigo no pierdas el tiempo. Corre a llamarla, a abrazarla, a amarla. Corre.